El primer debate presidencial aportó más al show televisivo y a las bromas en redes sociales que a un intercambio de ideas. Con tiempos y temáticas estipuladas, al mejor estilo de un programa de entretenimientos, el formato va en detrimento de la confrontación de propuestas, de la explicitación de modelos de país y de una genuina interpelación a la ciudadanía.
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